jueves, 8 de enero de 2009

El espejismo de la técnica


Acabo de recibir un artículo sobre los fantásticos adelantos que la técnica nos está preparando para los próximos 25 años.
Los mejores científicos del mundo están reunidos en las universidades de Harvard y Massachusets, preparando el lanzamiento de varios prodigios. Un robot hará un banco de madera en pocos segundos y con la finura de un ebanista. Una máquina leerá nuestro aliento y nos diagnosticará, después de revisar nuestro ADN, porqué nos está doliendo el hígado. Las medicinas las tomaremos con un chip que irá rezumando la droga necesaria en el momento preciso para lograr sobre nuestro organismo el efecto exactamente deseado.

Federico Capasso es el científico jefe del equipo que elabora ese aparato de diagnóstico a través del aliento. El dispositivo opera con rayos láser, según nos explica: “la idea es que un paciente vaya al consultorio del médico, inspire, exhale, y de esa manera salgan algunos ácidos. Amonio, pequeños rastros. El láser, que rebotaría para adelante y para atrás durante la respiración, podría absorber determinadas longitudes de onda, y las huellas de esa absorción podrían permitirle al médico saber de una manera no intrusiva cuál es el diagnóstico del paciente.”
Los científicos aseguran, muy contentos, que éste y los otros inventos que tienen entre manos facilitarán, sin lugar a dudas, una reducción de la pobreza en el mundo.
Me parece magnífico que se inventen esas cosas, que facilitan y simplifican el trabajo. Pero lamento decirles que no reducirán la pobreza en lo más mínimo, y por el contrario, lo más probable es que la aumenten.

Cada uno de esos aparatitos dejará sin trabajo a buena cantidad de gente. Ese diagnosticador de láser, por ejemplo, echará al infierno del desempleo a laboratoristas, radiólogos, ecografistas y tomografistas, para mencionar solo los que me vienen a la cabeza en este momento.
El bendito robot que hace un banco a madera en segundos, dejará sin trabajo a los ebanistas, por supuesto.
Cosa semejante ocurrirá con otros artilugios que tan entusiastamente están preparando.
Los científicos deberían abstenerse de hacer pronósticos sobre los beneficios que sus inventos derramarán por el mundo, porque están engañando a la gente.
Claro, ellos no tienen la culpa de que sus excelentes invenciones no vayan a producir los resultados que esperan (y que, según el sentido común, deberían producir, porque para eso se hacen).
Tampoco estamos sugiriendo que no inventen esas cosas, ni menos que sean destruidas las máquinas, como lo hacían los luditas antaño. Está muy bien que se invente todo eso, porque todo servirá para bien de la humanidad, pero servirá para ello cuando logremos poner sobre sus pies este mundo que ahora está patas arriba.
Todos esos prodigiosos aparatos que se nos anuncia operarán exactamente como los que ya están disponibles, es decir, las computadoras, los robots y el software: empujando al desempleo a miles y millones de seres humanos, cuyos anuncios de despido serán hechos a los cuatro vientos para que produzcan el efecto deseado, es decir, la subida de las cotizaciones de las acciones de las empresas.
Y provocarán también, por supuesto, que se presione (todavía más) a los que no sean despedidos (sabiendo que estarán aterrados) para que prolonguen sus jornadas de trabajo, y para que trabajen más intensamente, para demostrar con ello su total compromiso con los objetivos de sus queridas empresas.
Esto no es ninguna novedad, porque es lo que viene ocurriendo desde hace años. Todos lo hemos visto; no necesitamos que nos lo cuenten.
¿Por qué entonces, si todo eso está más que probado por la experiencia, siguen existiendo estúpidos tecnócratas que quieren engañarnos y engañarse con el trajinado espejismo de siempre?. Me refiero al espejismo de la técnica, al cuento de que la técnica, por sí sola, acarrea el bienestar.

Tan temprano como en 1848, John Stuart Mill decía: "Habría que preguntarse si todos los inventos producidos hasta ahora han aliviado el esfuerzo cotidiano de algún ser humano". No lo habían hecho entonces, y no lo han hecho ahora, porque la gente se sigue negando a comprender algo que es elemental, y que es la clave de esta situación absurda y contradictoria.
Los adelantos de la técnica sólo pueden producir bienestar si se establece que, por cada uno de esos avances, se reduzca el tiempo de trabajo de los seres humanos, em forma exactamente proporcional al aumento de la productividad que se va a obtener con el nuevo artefacto. O, lo que es lo mismo: que cada año la jornada de trabajo se reduzca en exacta proporción con el aumento de la productividad. Como dice Galeano: ¿para qué son buenas las máquinas si no es para trabajar menos?
Pero aquí viene el problema, que es, aunque no queramos creerlo, la clave de toda la crisis mundial. Sucede que este sistema, el capitalismo, carece de ningún mecanismo que le permita reducir la jornada de trabajo. El mercado, señores apologistas de la libre competencia, sirve magníficamente para muchas cosas, la principal de las cuales es el acicate para el progreso de la técnica y el aumento de la productividad. Pero, al mismo tiempo, el mercado es la peor traba que puede ponerse a la reducción del tiempo de trabajo. Ninguna empresa, ni menos algún país, por poderoso que fuere, va a reducir su jornada de trabajo por efecto del mercado. Ocurre todo lo contrario: todos tratan ahora de prolongar las jornadas, para sacar ventaja en la alocada carrera por la competitividad.

Y como no se produce, por obra del sacrosanto mercado, esa reducción del tiempo de trabajo; y como la gente se encuentra hipnotizada por el temor a profanar las leyes del sacrosanto mercado; y como seguimos engañados por el espejismo de la técnica, pues entonces ocurre que todos los inventos, pensados y hechos para que la humanidad tenga una vida mejor y más placentera, se convierten, en manos del mercado (en manos del capital, para decirlo más claro) en la peor maldición para el ser humano, en la causa de miles y millones de despidos, en el medio de esclavizar a los trabajadores en jornadas cada vez más extenuantes y, finalmente, en la siniestra y silenciosa plaga que corroe las ganancias, que tira hacia abajo las tasas de utilidad de las empresas, empujando a los capitales a tentar, por medio de la especulación financiera, contrarrestar esa corriente que los arrastra hacia abajo.
Y ya sabemos en qué terminan estos procesos de especulación financiera.
Ya es tiempo de parar toda esta locura.
Tenemos que entender que los inventos solo benefican a la humanidad si se reduce el tiempo de trabajo de los seres humanos. Tenemos que darnos cuenta de que la humanidad está yendo hacia la barbarie, porque cada vez hay más desempleo, cada vez se explota más a los que conservan su empleo, y cada vez hay más presión hacia la baja de las ganancias (esto último porque, como dijo Marx, al reducirse la cantidad de trabajo que interviene en la producción de las mercancías, se reduce el valor que se agrega en el proceso de producción, es decir, la plusvalía).
Tenemos que comprender que esta combinación de desgracias, ocasionadas todas por el sencillo hecho de que no se está reduciendo (sino, por el contrario, aumentando) la jornada de trabajo en el mundo, es altamente explosiva. Estamos entrando en la barbarie.
Barbarie es que se pretenda apresar, recluir en campos de concentración y expulsar como a apestados a los inmigrantes en la "civilizada" Europa. Barbarie es que se construyan murallas, como en el medioevo, para dejar fuera de ellas a los desdichados que deambulan en busca de trabajo. Barbarie es que se empiecen una guerra cuando termina otra, porque la guerra es hoy una gran fuente de ganancias para las ávidas corporaciones. Barbarie es que ciudades enteras sean asoladas por pandillas de jóvenes vagabundos porque la sociedad condena de uno de cada tres de ellos al desempleo, es decir, porque no hya lugar en este mundo para que ellos tengan una vida digna.
¡Y pensar que todo este encadenamiento de tragedias y desdichas se solucionaría con una sola medida, sencilla, inmediata y sin costo, como es la reducción de la jornada de trabajo!

1 comentario:

Los andes dijo...

De corazon creo que muchos de los razonamientos esbozados tiene alguna logica, que con trabajo mas equitativamente distribuido habria mas justicia, pero hay un problema y ese es el de las materias primas y el dinero de el mundo, las primeras se agotan, y no alcanzan remplazo, el reciclaje es un lujo aun, al segunda por la propia naturaleza el dinero que usamos hoy en dia, este crece y en muchos casos sin ninguna relacion a su verdadero valor, la caida de la burbuja dinmobiliaria me hace sentir que ese dinero que crecia como la esepuma en las casas no tenia relacion mas que con la construcion de nuevas viviendas, cuando esto ceso se desplomo.

Creo que los esefuerzos de los cientificos podrian orientarse a reciclar y tratar de producir sin dañar la naturaleza, eso generaria muchos trabajos, se perderian en estraccion de materias primas, pero se recuperarian en reciclaje, en mayor cantidad con efectos similares, y tambientratar de recuperar algo del daño ya hecho.
El mundo ni el mar ni la tierra ni los recursos son infinitos, mucos estan subvaluados (fuller) y valen mucho mas de lo que cuesta extraerlos del suelo, entonces porque justamente ahora dedicarnos aun vida sosegada.
No creo en los beneficios de la ociosidad, si en lo del trabajo intelectual, creo que hay mucho que hacer, y por ley de entropia hay mucho mas trabajo que hacer que las 500 generacion precedentes que nos legaron los adelantos del mundo.
Una cosa es cierta sobre la entropia y el mayor desorden que produce, que por el caos genera una nueva forma de orden, esta nueva fomra de orden sera de mayor complejidad, porque unida a las consideracioens economicas de el capitalismo y socialismo, se incorporarn las de la ecologia, y es cierto tendremos que trabajar mas, cuando el mundo era alimentarse y vivir se trabajaba dos horas, cuando aparecieron las escalas socialese, dos mas para solventar el asenso social, y cunado aparecio el progreso, el asenso economico 4 mas, cunado debamos ademas responder el mund que dejamos y nuestro legado, creo que unas diez seran la norma o 12 que es lo que trabaja todo hombre que no ncio en cuna de oro, para poder tener una vida decorosa, del que cree que del esefuerzo de sus neuronas podran revertir el desastre del mundo, del que cree que debemos dejar un legado, y si dedicar horas a los hijos cunado vengan, y un espacio al alma.

De corazon deseo que revisen su manifiesto, e incluyan el tamaño del mund y su grado de deteriorro, si desean que ams personas trabajen pues traten de solucionar los problemas de hoy, como fue el hambre hace unos siglos, el calentamiento global, la extincion de las especies, la degeneracion genetica del hombre y como no las injusticias sociales.
Veran que el dia queda corto para ir predicando una dosis de ociosidad.