miércoles, 2 de diciembre de 2015
Aldo, el comunista.
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martes, 20 de octubre de 2015
¿No saben cómo combatir la inequidad? ¡Yo tengo una idea!
"La inequidad es un problema grande que afecta a toda la economía.
Pero tenemos que ser completamente honestos con esto: una de las razones
por las que las personas no hablan mucho de esto es porque realmente no
sabemos qué hacer.
Nada ha funcionado. Ni las revoluciones
comunistas, ni las revoluciones populistas, ni la democracia social -que
ha funcionado en algunas partes y con restricciones, pero tiene que ser
gestionada de manera fantástica-, pero para la mayoría de los países desarrollados, diría que hoy nadie tiene una respuesta a la pregunta". (Martín Wolf, del Financial Times).
http://peru21.pe/e…/no-sabemos-que-hacer-desigualdad-2230020
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lunes, 14 de septiembre de 2015
Progreso sin crecimiento (Respuesta a Manuel Estrada)
Agradezco a Manuel Estrada por ser el primer economista en dar cumplida respuesta a mi teoría sobre el estancamiento mundial.
Dice Manuel que yo confundo la demanda agregada con la cantidad de gente empleada, siendo que, según él, la primera depende de una serie de factores, entre los cuales menciona "globalización de la producción, la diferencia de salarios nacionales, políticas monetarias, diferentes sistemas de precios relativos, presencia de formas precapitalistas de producción y factores políticos extraeconómicos".
No es que yo confunda demanda agregada con cantidad de gente empleada, sino que digo que ambas cosas se relacionan, nada más (y nada menos). Es verdad que, por lo menos en la teoría, hay una serie de factores que pueden incidir en la demanda agregada, y no dudo de que los citados por Manuel están en la lista. Pero lo que no puede decirse es que no exista relación alguna entre la demanda agregada y la cantidad de gente empleada, y eso es lo que indirectamente parece afirmar Manuel, ya que omite mencionar este último factor entre los que tienen incidencia en el asunto.
¿Puede decirse que, si doscientos millones de desempleados y mil millones de subempleados del mundo pasaran, el día de mañana, a engrosar la lista de los trabajadores con empleo, ello no tendría ningún efecto en la demanda agregada?. No se necesita ser economista para darse cuenta de que tal cosa tendría que significar un formidable impulso a la demanda agregada. Salvo, por supuesto, que algún otro de los factores citados por Manuel pudiera contrarrestar ese empujón. ¿Cuál podría ser, digo yo?. Supongamos que esa expansión del empleo viniera acompañada por un drástico recorte de los salarios. En tal caso, sin duda, se estaría anulando el efecto expansivo del empleo sobre la demanda agregada, debo admitirlo.
Pero el caso es que ocurriría mas bien lo contrario, porque al alcanzarse el pleno empleo se obtendría, al mismo tiempo, un cambio en la correlación de fuerzas que existe entre el trabajo y el capital, a la hora de negociar los salarios. Bien dice Marx que la existencia de una "superpoblación relativa" (que es como él llama al desempleo) es la fuerza que el capital utiliza para recortar los salarios obedeciendo a las leyes de la oferta y la demanda. De manera que, al obtenerse el pleno empleo, tendríamos mejores condiciones que nunca para que los trabajadores consigan mejores salarios, y todo ello dentro de las propias leyes del mercado.
¿Que otro factor podría, entonces, echar al agua la mejora de la demanda agregada?. Diferentes políticas monetarias, diferentes sistemas de precios o diferentes escalas de salarios nacionales son, como sus nombres lo indican, factores que tienen incidencia dentro de ciertos países en comparación con otros, pero no la tienen con alcance global. Con todas las diferencias que existen entre unos y otros países, lo que estamos diciendo es que, en promedio, la demanda globalmente considerada tendría que aumentar. No vemos qué argumento tiene Manuel para negar tal cosa.
Dice también que la pugna por los mercados lleva a los capitales a enfrentarse unos a otros. Supongo que con ello quiere decir que ese enfrentamiento impediría la reducción de la jornada, puesto que unos capitalistas, en su afán de aventajar a los otros, tienden más bien a prolongar las jornadas, lo cual es muy cierto. Pero el caso es que, como también señala Marx (primer tomo de El Capital), la reducción de la jornada solo puede y debe obtenerse por la lucha de los trabajadores cuyo objetivo es la dación de una ley que les impida (a ellos y a los capitalistas) prolongar las jornadas mas allá de cierto limite.
No queda muy clara la mención que hace Manuel de la Ley de Say, y qué relacion tendría esta con el tema en debate. Cuando hablamos de aumentar la cantidad de gente empleda, estamos hablando de una potencial demanda de bienes, no de una oferta que tuviera que crear su propia demanda.
Dice Manuel, para finalizar, que el pleno empleo de los recursos es una contradicción insalvable para el capitalismo, puesto que eso significaría la inexistencia de crisis y, en consecuencia, estancamiento.
La observación es interesante, puesto que es verdad que, una vez alcanzado el pleno empleo, no habría posibilidad de crecimiento económico, a no ser el que se deba al mero crecimiento vegetativo de la población (y es cierto, también, que la población mundial tiende a estancarse conforme mejoran los índices de desarrollo humano).
Lo que me lleva a ampliar un poco mi planteamiento. Tal como lo expongo en mi último libro, "El socialismo en cuatro horas", una vez alcanzado el pleno empleo deberíamos pasar, a escala planetaria, a un modelo de "crecimiento cero", el mismo que vienen proponiendo desde hace buen tiempo teóricos como Buela, De Benoist y otros. En dicho esquema, ya no continuaría el crecimiento (el mismo que, bien mirado, es insano en cuanto es depredador del ambiente) sino el progreso.
Se mantendría la competencia dentro de la leyes del mercado, pero sujeta a la regulación de la jornada de trabajo. La competencia continuaría motivando la innovación tecnológica, la misma que se aplicaria mediante inversión ejecutada dentro de los topes de la depreciación del capital constante, de manera que no se incrementaría el capital total. En términos Marx, estamos hablando de un esquema de reproducción simple del capital, a diferencia del esquema de reproducción ampiada.
En tal escenario, todo incremento de la productividad obtenido por las innovaciones tecnológicas se traduciría en una correspondiente y proporcional reducción de la jornada de trabajo.
De esa manera, estaremos cambiando cualitativamente el objeto de la economía: en lugar de buscar el crecimiento, se buscará el tiempo libre para los seres humanos.
Digamos, para terminar, que con esa reducción permanente y proporcional de la jornada de trabajo estaremos estabilizando la proporción entre capital constante y capital variable. lo que significa, nada más y nada menos, la estabilización de la tasa de ganancia. Esto último, que es el modesto aporte de quien escribe a la economía política, no es otra cosa que la aplicación de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, expuesta por Marx en el tomo III del El Capital, para deducir, de esa misma ley del valor, que el equilibrio de la composicón orgánica del capital tiene que significar, necesariamente, la estabilizacion de la tasa de ganancia.
Estaremos entonces en un escenario de pleno empleo, disfrute del tiempo libre y estabilización de la tasa de ganancia. ¿Como se llama ese modelo económico? ¿Es todavía capitalismo, o ya es socialismo, o no es ninguna de las dos cosas? Llámele el lector como quiera, pero la pregunta es: ¿vamos a negarnos la posibilidad de acceder a un estado de cosas tan prometedor por el solo hecho de que todavía no sabemos cómo llamarlo?
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martes, 18 de agosto de 2015
Respuesta de Manuel Estrada
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miércoles, 5 de agosto de 2015
La verdadera razon del estancamiento.
Dice Ha Joon Chang que es un error pensar que solo los economistas deben hablar de economía, y dice Piketty que los economistas deben escuchar a los pensadores de otras disciplinas. Cuento, entonces, con aval suficiente para meter mi cuchara en esta salsa.
Parece ser una creencia generalizada aquello de que solo las grandes innovaciones tecnológicas pueden producir ciclos de crecimiento económico. Humberto Campodónico, en un reciente articulo (http://larepublica.pe/impresa/opinion/18173-entre-el-facebook-y-el-inodoro), cita a Gordon y a Schumpeter como ejemplos de esta corriente. Mi amigo Fernando Villarán es, en el Perú, su mas conspicuo seguidor. Para mayor abundamiento, vi una entrevista que hace poco le hicieron a otro amigo, Oscar Ugarteche, quien sostiene que el actual ciclo de estancamiento no va a terminar con este pequeño "rebote" que tenemos ahora, sino que continuara hasta que aparezca otra gran ola de innovaciones tecnológicas que, a su vez, eleve las tasas de ganancia.
Nadie puede negar que las grandes innovaciones técnicas son el motor del progreso de la humanidad. Marx, en el Manifiesto, hace el mas brillante panegírico del desarrollo de las fuerzas productivas ocasionado por la revolución industrial.
Yo mismo dije, en un texto publicado en este mismo blog, que "la innovación ha sido y es, en la historia de la humanidad, esa habilidad que nos ha distinguido de los otros seres vivos y nos ha permitido, a lo largo de los siglos, aumentar nuestro dominio sobre la naturaleza, creando las bases para satisfacer cada vez mejor nuestras necesidades y realizarnos como seres humanos".
Pero hay algo que, a mi juicio, queda soslayado en este elogiado binomio innovación-crecimiento, y es lo que yo llamo el otro lado de la medalla. No termina de sorprenderme la forma como la doctrina económica contemporánea se comporta en este asunto como si tuviera un punto ciego en su campo de visión.
Es verdad que los economistas keynesianos se acercan un poco a la clave del asunto cuando señalan, como lo hacen Stiglitz, Nadal o Krugman, que la crisis actual tiene su origen en un estancamiento del consumo. Piketty podría decir algo parecido, si no exactamente lo mismo, ya que el modelo neoliberal produce una concentración del ingreso en las clases altas y, por el contrario, una depresión en la capacidad de consumo de las grandes mayorías.
Aciertan, también, cuando señalan que ese estancamiento del consumo tiene que ver con la falta de creación de empleo. Y con ello se aproximan un poco más al meollo del asunto, pero sin entrar todavía en el mismo.
El verdadero problema (y aquí viene la tesis que quien esto escribe viene sosteniendo hace tiempo) está en que las innovaciones tecnológicas, si no vienen acompañadas de reducciones en las jornadas de trabajo que vayan en proporción con los aumentos de productividad que aquéllas ocasionan, tarde o temprano suprimen empleos, y esa supresión de empleos puede, a su vez tener diferentes efectos, todos ellos negativos, por supuesto.
La clave del entrampamiento actual está, precisamente, en esa supresión de empleos que los economistas parecen no ver, a pesar de que ocurre en las narices de todos y desde hace mas de dos décadas. No estoy hablando del tan mentado "fin del trabajo". No es que vaya a desaparecer el trabajo. Lo que sucede es, simplemente, que hay mucho trabajo para una parte de la gente y desempleo para la otra.
Todas las revoluciones tecnológicas llevan, por decirlo dialécticamente, dentro de sí esta contradicción. Al mismo tiempo que nos traen los instrumentos para producir mas rápido y con menor esfuerzo los bienes que necesitamos, condenan a miles y millones de desdichados a perder sus puestos de trabajo.
Salvo, por supuesto, que se reduzcan las jornadas, en cuyo caso, además de evitar la maldición de la supresión de puestos de trabajo, ocurre algo todavía mejor: la conquista del tiempo libre para los seres humanos.
Eso fue lo que ocurrió en el siglo XIX, cuando, en sucesivas oleadas huelguísticas, los trabajadores consiguieron reducir las agobiantes jornadas de dieciséis horas que eran el estándar a mediados de la centuria, a doce, luego a diez y, finalmente, en 1919, a ocho horas como jornada universal.
Tal vez no lo sabían con certeza entonces, pero, al desarrollar esas luchas, estaban dando una salida a ese entrampamiento innato del sistema de mercado, evitando que, llevados por el puro afán de ganancia, los empresarios siguieran explotando a los trabajadores en jornadas igualmente largas, lo llevaría a la supresión de empleos, la cual, a su vez, tendría que haber desembocado en el colapso de la economía.
Hubo también entonces, es preciso reconocerlo, otra salida a ese entrampamiento: la expansión del comercio internacional. Las fábricas textiles inglesas no se limitaban a vender sus productos dentro de Inglaterra. De haber sido así, el desempleo de la clase obrera británica habría seguido una espiral ascendente hasta reventar. No fueron esos obreros, sino los tejedores manuales de la India, quienes sufrieron los efectos devastadores del desempleo, gracias a la expansión del comercio, precisamente.
Marx describe, en El Capital, el macabro paisaje de llanuras enteras cubiertas con los huesos de esos desdichados, que murieron de hambre cuando sus ruecas no pudieron más competir contra las poderosas maquinarias de las fábricas de Manchester.
El problema con las innovaciones de hoy no es, como piensan los economistas, que carezcan de vigor o significación suficiente, sino que ya no existe la salida que en el siglo XIX sirvió para sortear el monumental obstáculo que la supresión de empleos presenta al crecimiento (la salida de la búsqueda de mercados externos), y tampoco se está produciendo ninguna reducción de las jornadas de trabajo, sino que, para colmo de males, cada vez se imponen jornadas más largas.
La revolución informática que se originó en Silicon Valley produjo para los Estados Unidos varios años de esplendor, con cifras de pleno empleo en la década de los noventas. Todo ello fue posible mientras varias economías del tercer mundo sufrían de crisis de desempleo y déficit de balanzas de pagos. Claro, mientras las millonarias regalías que se pagaban en todo el planeta por el software que se producía en California iban engrosando las arcas de Microsoft y otras empresas norteamericanas, varios países se vieron en serios aprietos por escasez de divisas, y millones de personas, en diferentes rincones del tercer mundo, perdieron sus empleos a consecuencia de la introducción de computadoras. Hubo por lo menos dos décadas de despidos masivos, una oleada siniestra que todavía no termina.
Pero esa situación ha cambiado radicalmente hoy. El mundo esta más globalizado, y con la aparición de otros emporios informáticos, como el de Bangalore, en la India, Estados Unidos ha perdido la exclusividad que le permitía disfrutar, en los noventas, de aquella época dorada.
El fantasma del desempleo ya no ha podido ser espantado, como antes, hacia los arrabales del tercer mundo, sino que ha tocado las puertas de las grandes metrópolis, mientras que las nuevas economías emergentes disputan palmo a palmo con las antiguas potencias los mercados internacionales.
Ya no existe más el recurso de los mercados externos para sortear, como antes, la plaga de la supresión de empleos. Ahora todos se mojan cuando llueve, y tanto los Estados Unidos como la vieja Europa tiene el desempleo metido dentro de casa, como lo tienen los demás hijos de vecino.
Pero ese no es el verdadero problema.
No importa que algunas naciones ya no puedan salvarse del desempleo y el estancamiento a costa de la ruina de otras. Lo que importa es que todos los seres humanos puedan vivir con decoro y tranquilidad, para lo cual se necesita, en primer lugar, que todos tengan un empleo.
Y eso es, precisamente, lo que hoy esta perfectamente al alcance de nuestras manos.
Lo que estoy diciendo es, nada más y nada menos, que la solución al estancamiento económico mundial esta en la reducción de las jornadas de trabajo, por la sencilla razón de que esa reducción produciría, a su vez, el pleno empleo. En otras palabras, daría solución al entrampamiento, al nudo gordiano que estrangula la demanda agregada y, de paso, nos abriría las puertas al goce del tiempo libre.
Como preguntaba Galeano ¿para qué sirven las máquinas, si no es para reducir el trabajo humano?.
Se trata, en ultima instancia, de un problema filosófico. ¿Acaso vinimos al mundo para deslomarnos trabajando, en lugar de disfrutar de la vida, mas aun cuando tenemos todas las máquinas, computadoras y robots necesarios para reducir nuestro esfuerzo al mínimo?
No es verdad que tengamos que esperar otra ola de innovaciones tecnológicas, ni que las actuales innovaciones carezcan del vigor necesario. Hay una enorme ola de robótica esperando para ser introducida en las fabricas, los almacenes e incluso en la agricultura, todo ello para que trabajemos menos. No es que falten innovaciones, sino que están taponeadas por la sobreexplotación del trabajo. Lo que quiero decir es que el mercado empuja a las empresas a explotar la mano de obra barata, al extremo de esclavizar a los niños en el Asia, y con ello se desalienta la introducción de innovaciones. ¿Para que introducir robots, si contamos con esclavos? Por el contrario, si redujéramos las jornadas de trabajo, las empresas buscarían evitar los sobrecostos salariales introduciendo las innovaciones que hoy se encuentran en la cola de espera.
Lo que debería llevarnos, por supuesto, a establecer nuevas reducciones de la jornada de trabajo, caminando así, con pleno empleo, libre el mundo de la plaga de la pobreza, hacia una sociedad donde trabajemos una o dos horas cada día, y el resto del tiempo no seamos otra cosa que seres humanos libres, dedicados a nuestra actividad familiar, social, política y cultural creadora.
Y pensar que todo eso esta al alcance de nuestras manos...
Salvo que sigamos cerrando los ojos y confiando en que solo los economistas pueden resolver esto.
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viernes, 18 de octubre de 2013
viernes, 19 de abril de 2013
¿Es la innovación el fundamento del desarrollo? (a propósito del libro de Fernando Villarán).
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jueves, 29 de marzo de 2012
Trabajar menos para evitar la barbarie.
http://www.youtube.com/watch?v=QmYd5vkkxZI&feature=relmfu
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lunes, 12 de marzo de 2012
http://www.neweconomics.org/publications/21-hours
Ahora también en castellano:
http://neweconomics.org/publications/21-horas
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miércoles, 7 de marzo de 2012
lunes, 12 de diciembre de 2011
Sobre Habla el viejo, en Mesa de Noche
Estuve en el programa Mesa de Noche, explicando porqué se publica Habla el Viejo, las causas y la salida de la crisis mundial.
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lunes, 26 de septiembre de 2011
Para entender la teoría del valor.
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lunes, 19 de septiembre de 2011
Explicando lo de las 4 horas.
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miércoles, 1 de junio de 2011
Emplazamiento a las centrales sindicales.
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jueves, 24 de febrero de 2011
Por qué no se cumple la predicción de Keynes sobre la jornada de tres horas.
¿Se puede comer dinero? ¿Cuánto es suficiente?
John Maynard Keynes abordó esa cuestión en 1930 en su breve ensayo “Posibilidades económicas para nuestros nietos”. Keynes predijo que al cabo de 100 años –es decir, en 2030–, el crecimiento en el mundo desarrollado se habría detenido de hecho, porque la gente tendría “suficiente” para llevar una “buena vida”. Las horas de trabajo remunerado se reducirían a tres al día: una semana de quince horas. Los seres humanos serían más como los “lirios del valle que ni trabajan ni hilan”.
La predicción de Keynes se basaba en la suposición de que, con un 2% de aumento anual del capital, un 1% de aumento de la productividad y una población estable, el nivel de vida medio se multiplicaría por ocho por término medio, lo que nos permite calcular cuánto pensaba Keynes que era [suficiente]. El PIB por habitante en el Reino Unido al final del decenio de 1920 (antes del desplome de 1929) era 5.200 libras (8.700 dólares), aproximadamente, en valor actual. De modo que calculó que un PIB por habitante de 40.000 libras (66.000 dólares), aproximadamente, sería “suficiente” para que los seres humanos centraran su atención en cosas más agradables. No está claro por qué pensaba Keynes que la renta nacional británica media multiplicada por ocho sería “suficiente”. Lo más probable es que adoptara como criterio de suficiencia los ingresos del burgués rentista de su época, que eran unas diez veces mayores que los del trabajador medio.
Ochenta años después, el mundo desarrollado se ha acercado al objetivo de Keynes. En 2007 (es decir, antes del desplome), el FMI informó de que el PIB medio por habitante en los Estados Unidos ascendía a 47.000 dólares y en el Reino Unido a 46.000. Dicho de otro modo, el nivel de vida del Reino Unido se ha multiplicado por cinco desde 1930, pese a la refutación de dos de las hipótesis de Keynes: las de que no habría “guerras importantes” ni “crecimiento de la población” (en el Reino Unido la población es el 33 por ciento mayor que en 1930).
La razón de que hayamos prosperado tanto es la de que el aumento anual de la productividad ha sido mayor que el proyectado por Keynes: un 1,6%, aproximadamente, en el Reino Unido y un poco mayor en los Estados Unidos. Países como Alemania y el Japón han prosperado más aún, pese a los efectos enormemente perturbadores de la guerra. Es probable que la mayor parte de los países occidentales alcancen el “objetivo” de 66.000 dólares de Keynes en 2030.
Pero es igualmente improbable que ese logro ponga fin a la [insaciable aspiración] de obtener más dinero. Supongamos, cautelarmente, que hayamos recorrido las tres cuartas partes del camino hacia el objetivo de Keynes. Habría sido de esperar, por tanto, que la jornada laboral hubiera disminuido en dos terceras partes. En realidad, ha disminuido sólo una tercera parte... y ha dejado de reducirse desde el decenio de 1980.
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lunes, 14 de febrero de 2011
Conferencia y panel sobre la Jornada de 4 horas.
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martes, 14 de diciembre de 2010
Entrevista a Marcola, capo de la droga en Sao Paulo.
Lean la entrevista y , después, piensen: si esto es lo que se viene, ¿cómo podríamos pararlo?. ¿Con más “ayuda a los pobres”?. ¿Más “guerra contra la droga”?. ¿Nuevas elecciones?. O sea, ¿más de lo mismo?.
Nota: me informan que en Brasil se denunció que la entrevista en mención era apócrifa. Algún hábil escribidor la ha imaginado y ha simulado haberla hecho.
Pero el texto, como lo hace la ficción literaria, retrata la realidad, a pesar de todo.
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domingo, 28 de noviembre de 2010
Blog español Cooking Ideas propone la jornada de cuatro horas.
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Sitio en Facebook para adherirse a las cuatro horas
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