martes, 2 de octubre de 2007

Paul Lafargue: el derecho a la pereza

.Paul Lafargue (Santiago de Cuba, 15 de enero de 1842 - Draveil, 26 de noviembre de 1911) fue un periodista, médico, teórico político y revolucionario francés. Aunque en un principio su actividad política se orientó a partir de la obra de Proudhon, el contacto con Karl Marx (del que llegó a ser yerno al casarse con su segunda hija, Laura) acabó siendo determinante. Su obra más conocida es El derecho a la pereza.
En la obra defiende que el anticapitalismo es precisamente eso, el derecho a la pereza, la palabra pereza ha sufrido toda una labor de desprestigio por parte del capitalismo, que nos ha inculcado a sangre y fuego que el trabajo dignifica. (claro que dignifica, pero no solo el físico, también el artístico o intelectual, y con respecto al físico, este pierde toda su dignidad al prolongarse las excesivas horas que nos obligan a trabajar)
Lafargue se pregunta como es posible que existan aborígenes o pueblos primitivos que trabajen un par de horas al día y el resto de la jornada la dediquen a vaguear y cantar y dormir y pensar y vivir y nosotros, de una sociedad infinitamente más avanzada tecnológicamente tengamos que trabajar ocho horas diarias.
Aristóteles decía que el día que las máquinas de hilar no necesiten a alguien que las controle el ser humano podrá vivir y dedicarse a pensar, él filósofo nos auguraba una era de descanso y tiempo libre que nos dejaría libres para soñar y pensar, cultivarnos como seres humanos.
Bien, más o menos hemos conseguido realizar el milagro aristotélico, esto es, conseguir que las maquinas se automatizen, pero resulta, que en vez de liberar nuestro tiempo hemos triplicado nuestra jornada laboral. ¿Cómo es posible? Exigencias del capital, a mí no me pregunten.
El fin de la revolución no es un triunfo de la justicia, de la moral, de la libertad y demás embustes con que se engaña a la humanidad desde hace siglos, sino trabajar lo menos posible y disfrutar, intelectual y físicamente, lo más posible. Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse.
Vea El derecho a la pereza.

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