martes, 29 de septiembre de 2009

Más sobre hegemonía y estructuralismo

Dice Laclau que una de las razones por las que hay que revisar los conceptos marxistas es que la supuesta hegemonía del proletariado ya no existe más. Ya no es el proletariado el sujeto histórico de la transformación. Hay una multiplicidad de actores en el escenario social, en correspondencia con similar multiplicidad de conflictos (étnicos, de género, de minorías, etc.).
Para comenzar aclaremos que el marxismo no desconoce ni ha desconocido nunca la existencia de la diversidad en los conflictos. Las reivindicaciones feministas, por ejemplo, son de larga data; tampoco los conflictos étnicos son un descubrimiento de los años recientes. Lo que ocurre es que, en épocas de reflujo de la lucha del proletariado, estos conflictos sectoriales tienden a aparecer en primer plano.
Pero hay otra cosa más importante que decir sobre el tema. Mientras los intelectuales tratan de convencerse y convencernos de la fragmentación de las luchas populares, de las diferencias entre las reivindicaciones, diferencias que con frecuencia se contraponen, de manera que resulta imposible unificar las luchas (porque cuando se trata de hacerlo se convierten en el famoso “significante vacío”); mientras nos dicen todo eso, resulta que, en el otro lado del tablero, los patrones, los dueños del capital, están muy bien coordinados y unidos (en el G-8, por ejemplo) en el proyecto neocapitalista de imponer a los trabajadores mayores niveles de explotación.
Cito a José Pablo Feinmann:

“Es un fenómeno notable: en tanto las universidades occidentales proclaman las filosofías de la diferencia, de la destrucción de la centralidad, de la totalización, adoran la deconstrucción posestructuralista y el fragmentarismo posmoderno, la política del Imperio impone lo Uno, exalta la globalización de su cultura, de su poder y de sus proyectos bélicos. El piadoso multiculturalismo académico resulta patético a partir de la decisión del Imperio bélico-comunicacional (Estados Unidos) por controlar el planeta.”
Vale preguntarse: ¿es tan cierto que el proletariado ya no es capaz ser el sujeto unificador y protagónico del cambio?. Esto sería cierto si considerásemos que proletariado y clase obrera son sinónimos. Lo eran en el siglo XIX, pero ya no lo son.
Como dice John Holloway, ”estar sentado toda la jornada delante de una computadora es tan manual como estar sentado delante de un telar”. Lo que significa que, hoy en días tenemos el proletariado dividido en dos partes. Una, la clase trabajadora tradicional, sí tiene conciencia de sí misma. La otra, la nueva clase trabajadora del creciente sector de la informática, las comunicaciones y los servicios, todavía no tiene conciencia de ser proletaria. ¡Pero lo es!. La tarea es hacer que esta otra mitad del proletariado se asuma como tal. Y de lograrse este objetivo, no nos quepa duda de que, unidos, los trabajadores del mundo son la única y gigantesca fuerza capaz de derrotar a los explotadores y abrirse camino para salir del tenebroso pantano en que nos ha sumido el neoliberalismo.