viernes, 26 de septiembre de 2008

8 de octubre de 2008: Jornada de Acción Sindical Mundial por el trabajo decente



El Consejo General de la Confederación Sindical Internacional (CSI), reunido en Washington, aprueba la primera acción reivindicativa de carácter universal que el movimiento sindical internacional convoca en toda su historia
En la tarde del 13 de diciembre de 2007), el Consejo General de la CSI, reunido en Washington, decidió por unanimidad convocar una Jornada de Acción Mundial por el Trabajo Decente para el 8 de octubre de 2008. Con ello, da cumplimiento a lo aprobado en el Congreso fundacional de la nueva central sindical mundial, que se celebró en Viena en noviembre de 2006. “Se trata de la primera acción reivindicativa de carácter universal que el movimiento sindical internacional convoca en toda su historia”, señala el responsable de Acción Sindical Internacional de CCOO, Javier Doz.
En cuanto a las modalidades de acción, la resolución aprobada por el Consejo General de la CSI, establece una gama variada que incluye: manifestaciones, marchas, mítines, acciones socioculturales y temáticas, así como de presión y presentación de demandas a gobiernos, instituciones internacionales y organizaciones patronales.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Boron y el socialismo del siglo XXI



Para este blog, que se llama Manifiesto del Siglo XXI, ya resulta inevitable tratar el tema del llamado “socialismo del siglo XXI”, asunto que, según un reciente artículo de Atilio Borón, es tema de 1.200.000 páginas en Google.
Para empezar por algo, tomemos, precisamente, el texto de Borón: “Socialismo del siglo XXI: apuntes para su discusión”.
El autor divide el tema en tres: valores, programa y sujeto histórico.
Sobre lo primero, dice que se trata de “Los valores y principios medulares, que deben vertebrar un proyecto que se reclame como genuinamente socialista”. Lo segundo (el programa) es “la agenda concreta de la construcción del socialismo y las políticas públicas requeridas para su implementación”. El sujeto histórico es, como bien sabemos, la clase social (o las clases sociales) que debe(n) llevar a la práctica este programa.

Para nosotros, el tercer punto es el decisivo. Los intereses de clase son la fuerza fundamental sobre la que se apoyan el programa y los valores. Resultaría ocioso hacer elucubraciones sobre los excelsos valores que nos deben guiar, si no sabemos cómo así esos valores se articulan con los intereses de la clase que está llamada a representarlos.

¿Qué dice Borón al respecto? Para él, el sujeto es plural. Ya no puede postularse –dice– la centralidad excluyente del proletariado industrial (aceptable en el siglo XIX), en la actual realidad del capitalismo y, sobre todo, en los países periféricos”. Por tanto, es el “pueblo” el sujeto histórico. Borón se remite a la definición de “pueblo” hecha por Fidel Castro en “La Historia me Absolverá”. Campesinos, indígenas, sectores marginales y demás masas populares urbanas y rurales (suponemos que los pequeños empresarios están incluidos) ya no pueden ser relegados a ser “acompañantes en un discreto segundo plano de la presencia estelar de la clase obrera”.
La razón de lo anterior estriba, según el autor (apoyándose, nuevamente en Fidel) en que “la economía de hoy no es la de hace cincuenta años atrás”(sic). Ya no existe en el mundo (y menos en los países peiféricos) el predominio del proletariado industrial. Ergo, “las políticas económicas del socialismo deben necesariamente partir del reconocimiento de esas nuevas realidades”.
Este razonamiento, por cierto, no es extraño. Palabras más o menos, lo mismo se viene diciendo en las izquierdas desde hace ya muchos años. Es casi un lugar común del pensamiento de izquierda contemporáneo.
Pero, ¿es correcto?. Nosotros pensamos que no. Y pensamos que ha llegado la hora de replantearlo, para salir del falso dilema en el que parece quedar atrapado el pensamiento socialista.
Para empezar: ¿qué es el proletariado? Para Marx, proletario y obrero eran, prácticamente, sinónimos. En sus escritos usa ambos términos de manera indistinta. Pero si algo ha cambiado, es precisamente eso: hoy ya no son sinónimos.
Proletario es, según la estricta definición del propio Marx “aquél que, por no ser propietario de medios de producción, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo en el mercado, a cambio de un salario”. Pues bien: esa definición, hoy por hoy, ya no se limita a lo que tradicionalmente conocemos como “obrero” o “trabajador manual”. Aquí viene a cuento la brillante observación de John Holloway, según la cual “estar sentado toda la jornada delante de un telar es tan manual como estar sentado delante de una computadora”. Un hecho tan simple como este ha permanecido, sin embargo, oculto hasta ahora bajo la ilusión (bien alimentada por el discurso neoliberal) de que quiene trabajan con computadoras son “trabajadores del conocimiento” que “dependen solamente de su creatividad y ya no de ningún patrón”, es decir, que tienen el cielo al alcance de la mano y que ya han escapado de la tradicional definición de clase social que se basaba en las condiciones materiales.



Sin embargo, esos trabajadores son tan explotados como cualquier obrero industrial. Se les paga por permanecer delante de sus máquinas en jornadas cada vez más extenuantes, por salarios igualmente magros y bajo condiciones laborales similares a las del siglo XIX. Son, pues, proletarios. Mejor dicho ¡somos proletarios! (yo trabajo con una computadora). Todos los que vivimos de nuestro trabajo, y no de la explotación del trabajo ajeno, somo los proletarios contemporáneos. Sufrimos por igual la explotación a manos del capital, y esta explotación es cada día más feroz. Y esto vale tanto para los que trabajan con computadoras como para los maestros, los dependientes de comercio y todos los que viven de vender su fuerza de trabajo.
Y si es así, las cosas cambian por completo, porque resulta que el proletariado es la mayor fuerza que existe en la sociedad contemporánea, fuerza que el desarrollo del capitalismo globalizado tiende a extender por todo el planeta, tal como lo describía Marx, proféticamente, en 1848.
Que esa fuerza esté larvada, que ese gigante descomunal esté dormido, no es sino una circunstancia, que puede y debe cambiarse. Pero el hecho es que ésa es la fuerza, ése es el sujeto histórico. Y a tal sujeto, tal programa y tales valores. Pero sobre esto continuaremos.