domingo, 5 de octubre de 2008

Continuando el debate

Respondo por separado a Stanislao Maldonado (http://asesinatoenelmargen.blogspot.com/2008/10/el-marxismo-desfasado-de-carln-y-la.html) porque, a pesar de que desliza adjetivos como “desfasado” y otros semejantes, por lo menos se ha tomado la molestia de mirar el blog (aunque no el libro) para articular una respuesta argumentada. Dejemos de lado los adjetivos, que a nada conducen, y vayamos al tema.
Comencemos por lo más simple. Dice Maldonado que mi “argumento respecto a que la jornada laboral este incrementándose no resiste a la evidencia empírica global”. Como ejemplo cita que “El número de horas trabajadas por trabajador en USA se redujo de 2008 horas por año en 1950 a 1777 horas anuales en el año 2007. Una reducción de 230 horas anuales”...“ Para el caso peruano, dicha caída fue de 2157 horas en el año 1950 a 1926 horas en 1998, ósea, poco más de 200 horas.
Hay importantes estudios que refutan esas estadísticas.
Para el caso de Estados Unidos, Juliet Schor, en ”Overwoked American”, hace una exhaustiva revisión crítica de la estadística, y demuestra que cifras como las que cita ahora Maldonado llevan a equívoco, y que la tendencia es, clara y concluyentemente, al aumento de las jornadas de trabajo. La medición por horas anuales trabajadas, como la que muestra Maldonado, presenta una distorsión, siendo lo más exacto medir las horas semanales. La explicación sería larga para exponerla aquí. El hecho es que, desde los años setenta hasta la actualidad, se viene incrementando los horarios de trabajo, además de que se precarizan las condiciones de trabajo. Más interesante que el estudio de Schor es el de Pietro Basso (”Modern times, ancient hours”), que demuestra lo mismo, pero no solo para el caso americano, sino también para el europeo y el japonés. Ambos trabajos han echado por tierra lo que era un lugar común en la creencia del mundo académico hasta entonces: que la tendencia era hacia la disminución de la jornada de trabajo, y han demostrado que lo que ocurre es lo contrario.

REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO

Pero Maldonado dice estar de acuerdo con que deben reducirse las horas de trabajo, aunque, por lo que entiendo, parece creer que el mercado se encarga de ello. Lo mismo pensó Keynes, que en los años veinte dijo que, en el futuro, la jornada de trabajo sería de 3 horas. Estamos ahora en lo que, para Keynes, era el futuro, y la jornada tiende a ser de 12 a 14 horas.
En Europa, como dije, se acaba de prolongar la jornada semanal a 60 y 65 horas.
Dice nuestro economista que “Todo estudiante de primer año de economía aprende que, un aumento en el ingreso (en este caso, derivado de incrementos en la productividad), puede llevar a cambios en la oferta laboral, los cuales dependiendo de la magnitud del efecto ingreso, puede explicar perfectamente la reducción de la jornada laboral”.
Si eso les enseñan a los estudiantes de economía, pues les enseñan mal. Schor y Basso demuestran que las escasas reducciones del tiempo de trabajo que se produjeron en los años de posguerra (45-55) no se debieron al natural trabajo del mercado en función del incremento de los ingresos, sino al fuerte movimiento huelguístico producido en esos años. No solo esas, sino todas las reducciones del tiempo de trabajo que se han obtenido han ocurrido por la acción del movimiento sindical. Y justamente ahora, cuando los sindicatos han sido arrinconados por la ofensiva mundial de neoliberalismo, se experimenta un notable aumento de la jornada de trabajo.
Si el incremento de los ingresos condujera, por su efecto en la oferta laboral (como dice Maldonado), a una reducción del tiempo de trabajo, ¿cómo se explica que en los Estados Unidos, y peor aún, en el Japón, el aumento del ingreso per cápita venga acompañado de un aumento en las horas trabajadas, cosa que, en el Japón, ha producido el “Karoshi” (muerte por exceso de trabajo) y el “Karojatsu” (suicidio por la misma causa), dos nuevos flagelos de los que hay amplia noticia?

LA TENDENCIA DECRECIENTE DE LA TASA DE GANANCIA

Lo que nos lleva al otro tema que es el de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Maldonado comienza diciendo que esa teoría “es falsa”, aunque luego parece retroceder y dice que es, “en el mejor de los casos, infalsable” (sic).
Dice, en primer lugar, que el cálculo de Marx “se basa en el supuesto de que el producto neto es constante, y es ese supuesto el que permite armar el cuadro que muestra que la tasa de ganancia cae con la introducción de maquinaria”.
Pero el cuadro que Marx expone y que yo mostré en la entrevista considera producto en constante aumento, tal vez Maldonado no lo ha mirado bien.
Cita también a varios economistas (Blaug, Robinson y Sweezy) que “concuerdan en afirmar que la llamada ley de tendencia decreciente de ganancia no tiene nada de ley científica”. No es ninguna novedad, Estando Marx en vida, ya se había decretado, por numerosos economistas, la caducidad de su teoría, que sin embargo, sigue viva hoy en día, cuando ya nadie recuerda a esos oponentes. Me da pena que Sweezy, por quien tengo respeto, comparta hoy esa posición, no lo sabía. Pero es cuestión de opiniones, nada más, porque otros autores, como el mismo Basso, sí trabajan con la teoría del valor. Justamente es Basso, quien, luego de una ampliA revisión del problema, señala, en sus conclusiones, que la causa está en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Lo que hay es un problema de enfoque. La evidencia empírica, que tanto preocupa a Maldonado, no muestra, en efecto, que la tasa de ganacia baje. Por mi parte, a manera de ejercicio, hice una revisión de la tasa de ganancia de las 500 empresas listadas en la revista Fortune durante 50 años, y, en efecto, no se presenta una reducción significativa de la tasa de ganancia. Pero el problema está en que no hablamos de ”la baja de la tasa de ganancia”, sino de ”la tendencia a la baja de la tasa de gananacia”, que es cosa distinta. La tendencia existe, y justamente porque existe, el capital se ve obligado a hacer varias cosas (todas ellas minuciosamente listadas y analizadas por Marx) PARA QUE NO BAJE.
La primera cosa (de esas que el capital hace para contrarrestar la tendencia) es, justamente, el aumento del grado de explotación del trabajo. Y eso se logra de dos maneras: prolongando la jorada de trabajo, y aumentando la intensidad del trabajo. Otras son, (traducidas al lenguaje actual): la globalización de los mercados; el abaratamiento de las mercancías; el mantenimiento de una masa, fluctuante pero siempre presente, de desempleados y subempleados; la reducción del salario por debajo de su valor; y, finalmente, la especulación financiera (cosa más actual que esta última, no hay, por lo que vemos hoy en todos los diarios).
Las teorías científicas no pueden descartarse porque “no exista evidencia empírica” como parecen creer Maldonado y todos los académicos positivistas. Si así fuera, nadie tendría que haber hecho caso a Einstein, que elaboró una teoría que recién muchos años después pudo recoger evidencia empírica, ni tampoco a la teoría de las cuerdas, cuya evidencia empírica recién se intenta recoger hoy, con el costoso experimento del colisionador de Hadrones, que, por otra parte, ha sufrido serios tropiezos.
No, señor Maldonado. Cuando no hay evidencia empírica, hay que seguir considerando el razonamiento teórico, si está bien sustentado, y no puede decirse que “porque no hay evidencia empírica” es falso.
A mí me acaban de diagnosticar un problema gástrico, y me están curando del mismo. Se trata de una bacteria. pero sucede que no existe ningún análisis que permita aislar la tal bacteria, es decir, la bacteria no aparece jamás. No existe evidencia empírica que demuestre que tengo la bacteria, diría Maldonado. Le pregunto entonces al médico: ¿cómo lo sabe?. Y me responde: por los síntomas que tiene, y por descarte. Así de simple. Pero, le vuelvo a preguntar: se considera que puede ser certero un diagnóstico obtenido de ese modo? Por supuesto, me responde. Más aún: hace un año y medio me diagnosticaron otro problema: colon irritable. El médico también me explica que el diagnóstico está correcto, pero que tampoco el colon irritable se pueden diagnosticar sino de manera indirecta, por descarte y por los síntomas, porque ni siquiera una colonoscopía (que, por cierto, me hicieron) permite comprobarlo. Pero de ambas cosas me están curando, y eso es lo que a mí me interesa en primer lugar.
¿Qué sucede entonces con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia? Que todos los síntomas están hoy, más presentes que nunca, como podemos darnos cuenta si revisamos la lista de factores que Marx enumera. Por otra parte, la pregunta es: si no es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, ¿qué otra cosa puede explicar la presencia de este cuadro? ¿Qué explicación puede dar la economía moderna (que, aunque le moleste a Maldonado, es una economía castrada) al enorme absurdo, al gigantesco disparate que significa el hecho de que se exija a los trabajadores prolongar su jornada a doce horas, luego de que se han obtenido incrementos de productividad más asombrosos que nunca antes?
Una respuesta ha sido, como vemos la de negar los hechos. Se ha venido diciendo que no existe tal aumento de las horas de trabajo. Pero ya no puede sostenerse tal cosa. Ya se les acabó ese rollo. Vuelvo a emplazarlos entonces: ¿qué otra explicación hay, si no es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia?

Cuando me diagnostican la bacteria (que no puede ser vista), me recetan los medicamentos que deben combatir el mal, y luego me curo. ¿Qué mayor demostración puedo requerir de que el médico estaba en lo cierto?
Cuando se reduce la jornada de trabajo, como se consiguió (por la lucha de los trabajadores, y no por el mercado) en el siglo XIX, sobreviene la prosperidad ( y de ello sí hay “evidencia empírica”).
Si hoy reducimos la jornada de trabajo a cuatro horas, y con ello se obtiene, como vengo sosteniendo, el pleno empleo, la mejora de las ganancias y una mejor calidad de vida para todos, ¿Estará satisfecho el señor Maldonado? Si dice que sí, espero que nos ayude a luchar para que eso ocurra, y no se quede sentado pensando que la simple mejora de los ingresos va a bastar para ello.

6 comentarios:

Álvaro dijo...

Estoy contigo. El derecho a la pereza me parece una revolución pendiente muy importante. No quiero trabajar ocho horas diarias, no me da, sencillamente, la gana. Y no soy perezoso: en cuanto salgo del trabajo no me tiro en el sofá, sino que me pongo a hacer ejercicio, practicar con el piano, escribir...

carlintovar dijo...

Que reconfortante es leer tu comentario, despues de ver que otros se molestan porque les dicen que se podría trabajar menos, y airadamente reclaman: ¡me da la gana de trabajar más, me gusta la plata! Comprendo que a alguien le pueda gustar la comodidad, el tener muchas buenas cosas, pero... ¿la plata, en sí?. ¿Tener mucha plata pero nada de tiempo libre para disfrutar lo que se pueda comprar con ella? ¿No tener familia, ni amigos, porque lo que me gusta es...la plata?
A propósito, ¿Has leído ”El dedrecho a la pereza”, de Lafargue? Lindo Libro.

carlintovar dijo...

Perdón, quise escribir: ”El derecho a la pereza”

Stanislao dijo...

Acabo de publicar una respuesta en mi blog.

Saludos,

Andrés Zumarán dijo...

Pues aún me preocupa el tema de quien quiera trabajar más de cuatro para ganar más dinero...

¿Cómo se solucionaría eso?

(No creo que la ley lo solucione, podrían trabajar "horas extra" y fin del asunto)

oscar dijo...

Interesantísimas sus ideas. No había leído su blog antes, pero precisamente tenía algunas ideas similares sobre la sobreproducción y su efecto sobre el desempleo y la pobreza, y veo con gusto que usted las ha desarrollado mucho mejor que yo.

Sólo quisiera comentar, siendo la física mi profesión, que el colisionador de hadrones del CERN no pretende, ni podría de modo alguno por su relativamente baja energía, verificar la teoría de cuerdas. Lo que este experimento sí podría hacer es: 1) probar la existencia del bosón de Higgs, uno de los últimos elementos por verificar del ya vastamente aceptado "modelo estándar" de la física de partículas, y 2) dar vestigios de la existencia de supersimetría, una teoría sin comprobación empírica por más de 30 años, pero cuya existencia la gran mayoría de entendidos considera altamente probable.

Dicho esto, sus razonamientos y analogías en el campo de la física son perfectamente válidos.