jueves, 2 de abril de 2009

Decrecimiento y progreso.


En diversos medios se publica un artículo de Rómulo Pardo acerca del decrecimiento sustentable.
Para comenzar a entender la idea del decrecimiento, es bueno establecer que crecimiento y progreso son cosas muy distintas, aunque por mala costumbre se los ha llegado a ver casi como sinónimos. Es el progreso (entendido como el logro de mejores niveles de vida para los seres humanos) lo que deberíamos perseguir. El crecimiento, por el contrario, es la obsesión insana de los gobernantes actuales y, al mismo tiempo, el gran destructor de nuestro ecosistema.
Ya Iván Illich, Alberto Buela y muchos otros autores han planteado el decrecimiento como una necesidad para el verdadero progreso.
Lo que resulta lamentable es que no se hayan dado cuenta de que la vía más efectiva para llegar al decrecimiento es la reducción de la jornada de trabajo. O, para ser más concretos, la jornada de cuatro horas, que este blog ysu autor vienen planteando desde hace años.
La reducción de la jornada de trabajo es la vía efectiva hacia el decrecimiento, además de ser la única vía para solucionar la crisis económica mundial.

Reduciendo la jornada (empezando por establecer las cuatro horas de trabajo) se frena la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, porque se impide que siga creciendo la composición orgánica del capital. Al estabilizar la tasa de ganancia, la reducción de la jornada suprime la contradicción que empuja al capital a la especulación financiera y a la sobreexplotación del trabajo, dos plagas contemporáneas de las que todos tenemos amplia noticia.

Reduciendo la jornada se conquista el tiempo libre para los ciudadanos y, con ello, una nueva correlación de fuerzas y un nuevo poder ciudadano.

Reduciendo la jornada se obtiene el pleno empleo, lo que, a su vez, constituye el medio de redistribución de la riqueza más efectivo que pueda imaginarse. El pleno empleo conduce a un fortalecimiento de los sindicatos y a la mejora de los salarios y de las condiciones de trabajo, al invertir la correlación entre capital y trabajo en el juego del mercado.

Reduciendo la jornada, finalmente, se logra detener el crecimiento económico, entrando en un esquema de reproducción simple, donde a cada incremento de productividad se corresponde con una disminución exactamente proporcional del tiempo de trabajo.

Ahora bien, pretender establecer el decrecimiento SIN REDUCIR LA JORNADA DE TRABAJO, y solamente por medio de la planificación, de la reducción del consumo de ciertos sectores, de las apelaciones a la conciencia cívica, a la solidaridad o cualquier otra de las bienintencionadas medidas que propone el autor del artículo, es algo improbable.

Las buenas intenciones del autor se diluyen si no se da cuenta de que es la reducción de la jornada la medida clave para alcanzar lo que se propone, y mucho más que lo que se propone.